El “golpe maestro” que Estados Unidos prepara contra Venezuela y la colaboración del Gobierno Argentino

Nota introductoria a cargo de Thierry Meyssan

El Comando Sur (SouthCom) es el mando estadounidense a cargo de las tropas que Estados Unidos mantiene en las numerosas bases militares que ese país mantiene en Latinoamérica.

La autora de ese artículo es Stella Calloni. Desde los años 1980, Stella Calloni denuncia incansablemente los complots que Estados Unidos urdió contra los pueblos de Latinoamérica con los servicios secretos de las dictaduras de Chile, Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay y Uruguay, durante la guerra fría y bajo la denominación de «Operación Cóndor». Stella Calloni conoce personalmente a casi todas las personalidades que han dirigido la izquierda latinoamericana de los últimos 30 años.

Sin embargo, esta respetada escritora, icono del periodismo investigativo latinoamericano, ha sido violentamente criticada por ciertas organizaciones o grupos de izquierda en varios países. Ha falta de argumentos, las expresiones emitidas desde esos círculos van desde poner en duda los hechos que Stella Calloni expone hasta el cuestionamiento sobre la autora misma.

Lo que hoy sucede en Latinoamérica es la extensión a esa área geográfica de lo que yo viví personalmente en Europa desde el año 2002 y la publicación de mi libro sobre los atentados del 11 de septiembre de 2001: organizaciones de izquierda niegan los proyectos e incluso los actos de Estados Unidos, a pesar de la presentación de pruebas. Y tratan de hacer callar a quienes advierten sobre la existencia de un peligro inminente. Paradójicamente, organizaciones de derecha, que antes estuvieron vinculadas a Washington, sí tienen en cuenta estas advertencias.

El mencionado artículo de Stella Calloni reviste una tremenda importancia, sobre todo porque demuestra no sólo lo que el Comando Sur estadounidense ya está haciendo en contra del presidente Nicolás Maduro, sino por ser además expone el hecho que el Pentágono ya no está planificando lo que hoy llamamos un «cambio de régimen». Ya no se trata, como en los años 1970, de derrocar a Salvador Allende para poner en el poder al general Pinochet. Ahora se trata de destruir el Estado en Venezuela, de acabar con chavistas y opositores –sin importar tendencias– y que nadie quede en capacidad de gobernar para que el país quede a merced de la voluntad de Washington.

Ante el artículo de Stella Calloni, se desvanece la diferencia entre izquierda y derecha. Cada cual queda frente a su propio sentido de la responsabilidad. Pero ese cambio radical de situación carece de importancia porque el problema principal ya no es de orden económico, ahora es de naturaleza militar. Ahora se plantea la cuestión del Pueblo ante las élites transnacionales, de la Nación ante la agresión extranjera.

Ya tenemos conocimiento del plan del Comando Sur y vemos también cómo sus tropas se despliegan en orden de batalla. Eso no significa que la conflagración tenga necesariamente lugar –el presidente Trump se opone a ella– pero tenemos que estar preparados.

Tenemos que aprender las lecciones de lo que ha venido sucediendo desde hace 17 años en el Gran Medio Oriente (o Medio Oriente ampliado). Aunque la prensa mundial ha abordado los desórdenes y guerras en Afganistán, Irak, Líbano, Palestina, Túnez, Egipto, Libia, Bahréin, Siria y Yemen como si se tratara de una epidemia de violencia, hoy podemos comprobar que la guerra ya no está dirigida contra un solo país sino que responde a una estrategia extranjera aplicada a toda una región. Así fue ya con la Operación Cóndor, en los años 1970.

Pero lo más importante es un elemento nuevo: esa guerra continúa, no ha terminado en ninguno de los lugares donde se inició. Estados Unidos no provoca todo ese desorden para poner en el poder a un partido político. Su prioridad ya no es el robo de los recursos sino destruir las estructuras que constituyen el Estado así como las relaciones sociales en el seno de las sociedades, lo cual significa hundir a los pueblos agredidos en la barbarie. ¿Por qué? Porque es el medio más seguro de eliminar toda posibilidad de resistencia organizada.

Las guerras imperialistas modernas son muy diferentes de lo que vimos durante la guerra fría. Debido a ello, trastocan nuestras referencias intelectuales y nos obligan a modificar nuestra manera de analizar y entender el mundo.

Independientemente de lo que pensemos sobre la catadura moral de esa estrategia, la realidad nos obliga a admitir que el Pentágono está aplicando la estrategia del almirante estadounidense Arthur Cebrowski, que su amigo Donald Rumsfeld llamó la «guerra larga», antes de que el presidente George Bush hijo le diera el nombre de la «guerra sin fin».


Thierry Meyssan
Red Voltaire
23 de mayo de 2018

El “Golpe Maestro” de Estados Unidos contra Venezuela (Documento del Comando Sur)

Por Stella Calloni
para Diario Contexto/Red Voltaire
Publicado el 9 de mayo de 2018

Estados Unidos y sus socios preparan en silencio el brutal plan para acabar con la ‘dictadura’ de Venezuela: el Golpe Maestro”, que está ya en marcha y cuya primera parte comenzaría antes de las próximas elecciones venezolanas; y si no tienen éxito en derrocar al presidente Nicolás Maduro con la nueva ofensiva, donde utilizarán todo el aparato propagandístico y mediático, y más acciones violentas en “defensa de la democracia”, accionarán el Plan B, que abarcará a varios países imponiendo una “fuerza multilateral” para intervenir militarmente.

Panamá, Colombia, Brasil y Guyana son puntos claves del movimiento militar, con el apoyo de Argentina y otros “amigos”, bajo control del Pentágono. Ya tienen preparadas las bases que ocuparán, los países de apoyo directo (fronterizos), y hasta hospitales y centros de acopio de víveres para sus soldados.

El documento analiza la situación actual ratificando la guerra contrainsurgente que se libra contra Venezuela, pero también el perverso esquema de la guerra psicológica que permite entender la persecución, el acoso, el desprestigio, la mentira criminal que se utiliza para acabar no sólo con las dirigencias populares, sino contra los pueblos de la región.

Esto surge de un documento que lleva la firma USN K W TIDD, es decir, Kurt Walter Tidd, almirante de la Armada de Estados Unidos, actual comandante del Comando Sur, y que no ha sido aún divulgado.

Al referirse a la situación actual de Venezuela, el informe menciona que tambalea la “dictadura venezolana chavista como resultado de sus problemas internos, la gran escasez de alimentos, el agotamiento de ingreso de fuentes de dinero externo y una corrupción desenfrenada, que ha mermado el apoyo internacional, ganado con petro-dólares, y que el poder adquisitivo de la moneda nacional está en constante picada”.

Suponen que este escenario, que admiten que ellos mismos han creado, con una impunidad que aterra, no cambiará. En este caso, justifican sus acciones advirtiendo que el gobierno venezolano acudirá a nuevas medidas “populistas” para preservarse. Asombra en qué lugar colocan a la oposición que ellos manejan, asesoran y pagan, al entender que “el corrupto régimen de Maduro colapsará, pero lamentablemente las fuerzas opositoras, defensoras de la democracia y del bienestar de su pueblo, no tienen poder suficiente para poner fin a la pesadilla de Venezuela” por las disputas internas e incluso “la corrupción similar a la de sus rivales, así como la escasez de raíces” (NdR: es decir, de patriotismo), que no les permite sacar “el máximo provecho de esta situación y dar el paso necesario para sobrevolar el estado de penuria y la precariedad en la que el grupo de presión que ejerce la dictadura de izquierda ha sumergido al país”.

Lo que resulta aterrador es que mientras consideran que se está ante “una acción criminal sin precedentes en América Latina”, refiriéndose al gobierno de Venezuela, que nunca ha actuado contra ninguno de sus vecinos y que ha mostrado una intensa solidaridad regional y mundial, el Plan sostiene que la “democracia se extiende en América, continente en el cual el populismo radical estaba destinado a tomar el control”.“Argentina, Ecuador y Brasil son ejemplo de ello. Este renacimiento de la democracia -así le llaman- está soportado sobre las determinaciones más valiosas y las condiciones de la región, las cuales corren a su favor. Este es el momento en que los Estados Unidos prueben, con acciones concretas, que ellos están implicados en ese proceso en el que derrocar a la dictadura venezolana seguramente representará un punto de inflexión continental”.

Por otra parte, alientan al presidente estadounidense Donad Trump a actuar,considerando que “esta es la primera oportunidad de la Administración Trump para demostrar y llevar adelante su visión sobre democracia y seguridad”. Buscan convencerlo de que “su participación activa es crucial, no sólo para la Administración sino para el continente y el mundo; que el momento ha llegado”.

Esto significa “intensificar el derrocamiento definitivo del chavismo y la expulsión de su representante, socavar el apoyo popular” al gobierno y “alentar la insatisfacción popular, aumentando el proceso de desestabilización y el desabastecimiento para “asegurar el deterioro irreversible de su actual dictador”.

Si uno quiere avanzar en el arte de la perversión contrainsurgente, basta leer este párrafo: “Sitiarlo (a Maduro), ridiculizarlo y mostrarlo como un símbolo de torpeza e incompetencia, exponerlo como una marioneta de Cuba”. También sugieren “exacerbar la división entre los miembros del grupo de gobierno, revelando las diferencias de sus condiciones de vida y la de sus seguidores y al mismo tiempo incitándolos a mantener en aumento esas divergencias”.

El plan está destinado a ejecutarse en forma rápida y furiosa, como las medidas tomadas por los mayordomos de Washington, Mauricio Macri y Michel Temer, con una escandalosa historia de corrupción, transformados por el Imperio en “líderes de la transparencia” que tomaron medidas en horas para la destrucción de los Estados nacionales con la certeza del disparo de un misil.

Demanda el plan de Estados Unidos hacer insostenible el gobierno de Maduro forzándolo a claudicar, negociar o escapar. El Plan para acabar en plazos muy cortos con la llamada “dictadura” de Venezuela llama a ”incrementar la inestabilidad interna a niveles críticos, intensificando la descapitalización del país, la fuga de capital extranjero y el deterioro de la moneda nacional, mediante la aplicación de nuevas medidas inflacionarias que incrementen ese deterioro”.

Otro objetivo es “obstruir todas las importaciones y al mismo tiempo desmotivar a los posibles inversores foráneos” para –y vean ustedes la bondad capitalista– “contribuir a hacer más crítica la situación de la población”.

También abarca el plan, en sus once páginas, “apelar a aliados domésticos como a otras personas insertadas en el escenario nacional con el objetivo de generar protestas, disturbios e inseguridad, pillaje, saqueos, robos, asaltos y secuestros de buques y otros medios de transportes, con la intención de desabastecer el país, a través de todas las fronteras y otras posibles maneras, poniendo en peligro la seguridad nacional de sus vecinos”.

Consideran importante “causar víctimas” para señalar como responsables de esos hechos a los gobernantes “magnificando, frente al mundo la crisis humanitaria, a la que está sometido el país”, usando la mentira de una corrupción generalizada de los gobernantes y ligar al gobierno al narcotráfico para desacreditar su imagen frente al mundo y sus seguidores domésticos”, además promover “la fatiga entre los miembros del PSUV (Partido Socialista Unificado de Venezuela) incitando a la inconformidad entre ellos mismos, para que rompan ruidosamente las relaciones con el gobierno y para que rechacen las medidas y restricciones que también los afectan” y hacerlos tan débiles como es la oposición, “creando fricciones entre el PSUV y Somos Venezuela”.

La propuesta va subiendo de tono, como cuando llama a “estructurar un plan para lograr la deserción de los profesionales más calificados del país, para dejarlos sin profesionales en absoluto, lo que agravará más la situación interna y en este sentido culpar al gobierno”.

La mano militar

Como en una novela de suspenso, el documento llama a “utilizar a los oficiales del ejército como una alternativa de solución definitiva” y “continuar endureciendo la condición dentro de las Fuerzas Armadas para llevar a cabo un golpe de Estado, antes de que concluya el 2018, si esta crisis no hace que la dictadura colapse o el dictador no se decida a hacerse a un lado”.

Entendiendo que todo lo anterior puede fallar y con evidente desprecio por la oposición, llama a “continuar el fuego continuo en la frontera con Colombia, multiplicar el tráfico de combustible y otros bienes, el movimiento de los paramilitares, incursiones armadas y tráfico de drogas, provocando incidentes armados con las fuerzas de seguridad de la frontera venezolana y además “reclutar paramilitares mayormente de los campos de refugiados en Cúcuta, la Guajira y del norte de Santander, áreas largamente pobladas por ciudadanos colombianos que emigraron a Venezuela y ahora retornaron, huyendo del régimen que intensificó la desestabilización entre las fronteras entre dos países, usando el espacio vacío que dejó la FARC, la beligerancia del ELN y las actividades en el área cártel del Golfo (paramilitares)”.

Aquí viene el armado del golpe final cuando se planea “preparar el involucramiento de fuerzas aliadas en apoyo a los oficiales de la Armada venezolana o para controlar la crisis interna en caso de que se demore mucho la iniciativa […] establecer en una línea de tiempo rápido que prevenga que el dictador continúe ganando el control del escenario interno. Si fuera necesario actuar antes de las elecciones estipuladas para el próximo mes de abril”, en realidad serán el 20 de mayo y desde ya no las reconocen.

El nudo de la cuestión es “obtener el apoyo de cooperación de las autoridades aliadas de países amigos (Brasil, Argentina, Colombia, Panamá y Guyana). Organizar las provisiones, de las tropas, apoyo logístico y médico desde Panamá. Hacer buen uso de las facilidades de la vigilancia electrónica y las señales inteligentes; de hospitales y dotaciones desplegadas en Darién (selva panameña), el equipamiento de drones del Plan Colombia, como también las tierras de las antiguas bases militares de Howard y Albroock (Panamá), así como las pertenecientes a Río Hato. Además, en el Centro Regional Humanitario de Naciones Unidas, diseñado para situaciones de catástrofe y emergencia humanitaria, que cuenta con un campo de aterrizaje aéreo y sus propios almacenes”

Ya estamos hablando de un escenario de intervención donde se propone “avanzar en la basificación (estacionarse) de aviones de combate y helicópteros, vehículos blindados, posiciones de inteligencia y unidades militares de logística especiales (policías, oficiales militares y prisiones) […] Desarrollar la operación militar bajo bandera internacional, patrocinada por la Conferencia de los Ejércitos Latinoamericanos, bajo la protección de la OEA y la supervisión, en el contexto legal y mediático, del secretario general Luis Almagro”.

“Declarando la necesidad de que el Comando Continental fortalezca la acción, usando del instrumento del capítulo democrático interamericano, con el objetivo de evitar la ruptura democrática”.

Y más aún, “uniendo a Brasil, Argentina, Colombia y Panamá para contribuir al mejor número de tropas, hacer uso de su proximidad geográfica y experiencia en operaciones en regiones boscosas o selváticas. Fortaleciendo su condición internacional con la presencia de unidades de combate de los Estados Unidos y de las naciones mencionadas; bajo el comando general del Estado Mayor Conjunto liderado por Estados Unidos”.

Asombra la impunidad con que todo se está preparando a espalda de los pueblos, en la ilegalidad absoluta, y esto hace comprensible las últimas maniobras militares de Estados Unidos en esta región en la frontera de Brasil con Venezuela (Brasil, Perú, Colombia), en el Atlántico Sur (Estados Unidos, Chile, Gran Bretaña, Argentina), en el caso argentino, sin autorización del Congreso en octubre-noviembre pasado.

“Usando las facilidades del territorio panameño para la retaguardia y las capacidades de Argentina para la seguridad de sus puertos y de las posiciones marítimas […] Proponer a Brasil y Guyana para hacer uso de la situación migratoria a la cual tenemos intención de alentar en la frontera con Guyana. Coordinar el apoyo a Colombia, Brasil, Guyana, Aruba, Curazao, Trinidad y Tobago y otros Estados frente al flujo de migrantes venezolanos debido a los eventos de la crisis”.

Pero además “promover la participación internacional en este esfuerzo como parte de la operación multilateral con contribución de Estados, organismos no estatales y cuerpos internacionales, y abastecer de adecuada logística, inteligencia, apoyos, anticipando especialmente los puntos más valiosos en Aruba, Puerto Carreño, Inirida, Maicao, Barranquilla y Sincelejo, en Colombia, y Roraima, Manaos y Boavista en Brasil”. Increíble mapa de una guerra de intervención anunciada.

Información estratégica

Es asombroso el plan de silenciar “el simbolismo de la presencia de la representatividad de Chávez y el apoyo popular” y mantener el acoso “al dictador como único responsable de la crisis en la cual él ha sumergido a la nación” y sus más cercanos seguidores, a los que se acusará de la crisis y la imposibilidad de salir de esta.

En otro párrafo se llama a “intensificar el descontento contra el régimen de Maduro y señalar la incompetencia de los mecanismos de integración creados por los regímenes de Cuba y Venezuela, especialmente el ALBA (Alianza Bolivariana de los Pueblos de Nuestra América) y Petrocaribe”.

En cuanto al tema mediático, el plan diseñado por Estados Unidos llama a aumentar dentro del país a través de los medios de comunicación locales y extranjeros la diseminación de mensajes diseñados y basados en testimonios y publicaciones originados en el país, haciendo uso de todas las capacidades posibles, incluidas las redes sociales, y por otra parte “llamar a través de los medios de comunicación a la necesidad de poner fin a esa situación porque es en esencia insostenible”.

En uno de sus últimos párrafos se trata de “asegurar” o mostrar el uso de medios violentos por parte de la dictadura para obtener el apoyo internacional, utilizando “todas las capacidades de la Guerra Psicológica de la Armada de Estados Unidos”. Es decir, repitiendo los mismos escenarios de mentiras, armado de noticias, fotografías y videos falsos, y todo lo usado en las guerras coloniales del siglo XXI.

“Estados Unidos deberá apoyar internamente a los Estados americanos que lo apoyan”, levantar la imagen de estos y del “orden multilateral de instituciones del sistema interamericano, como instrumentos para la solución de los problemas regionales. Promover la necesidad de envío de la Fuerza Militar de la ONU para la imposición de la paz, una vez que la dictadura corrupta de Nicolás Maduro sea derrocada”.